domingo, 28 de octubre de 2007

La maleta de la rubia

Madrid, años cincuenta. La rubia teñida se trenzaba el pelo para adornar su cabeza con una peculiar corona. Cojeaba. Intentaba disimularlo con una venda de torcedura de tobillo peliculera. Una maleta de cartón, 80 x 50, guardaba sus armas de belleza. Lentamente, como en un ritual, cada tarde utilizaba su pobre y sentimental contenido. Cremas de belleza, "rubores", negro para las pestañas, rimmel en barra untado con el cepillito que humedecían sus labios. Polvos, perfiladores y carmín. Starlet de patio de cemento pobre y sombrío, acicalada sólo para sus propios fantasmas.