lunes, 12 de octubre de 2009

Hace mucho, y está ahí.

Primero la fantasía. ¿Qué pasará, cómo, de qué manera?. Las formas. La seducción. Sí, soy yo, ¿Hay algo más?. Tu ofrenda. Defendida. Soy frágil y tengo miedo. Pierdes el ritmo al andar. Y preguntas, dime la verdad. Tu desconcierto. Recelos y halagos, todo junto. Porque es ingenuo y triste, elaborado y profundo. Evoco una flor, en manos de una niña. Y una espera eterna, adolescente y airada. Me emocionas. Ven, todo será sencillo. Rompo el juego. Haremos el amor. En el riesgo. Aproximación y torpeza, que se diluye en el deseo. Me sorprende su hermosura. La intensidad del momento, eriza otros recuerdos que se suavizan. No existe la noche. Hay caricias. El sentir hondo del placer, serena el olvido. El tacto y el perfume. Acuerdos de la piel. Entrega. Hay que dejar huella de lo que es posible y placentero. Hazlo palabras. Cansancio de bienestar y tristeza. La vida marca los días. Estoy en paz. Puedo acoger a mi entorno. Y crear.

Propios y ajenos.

El amor absoluto, pasional,el que da la felicidad o la desdicha,no admite repetición. Estalla una sola vez, y en ese estallido, se abrasa, se consume, alguna parte del corazón, que nunca podrá volver a ser encendida. Ningún sentimiento amoroso es una pérdida. Aunque se haya entregado a alguien que no lo mereciera. En toda una vida puede haber, tan sólo, tres o cuatro amaneceres. Y porque los has tenido, hace mucho ya, que la esperanza no te acompaña, cuando miras por la ventana.